Hoy nos toca abordar este artículo de una manera diferente. No estaremos hablando de la borra de café, ni de iniciadores de fuego ni de hongos comestibles, sino de un recurso clave para toda forma de vida en la Tierra… el agua. El 22 de marzo se conmemoró el “Día Mundial del Agua”, cuyo lema para este año fue la “Conservación de los glaciares” con el fin de visibilizar la importancia de estas grandes masas de hielo, la situación crítica que enfrentan y abogar por la implementación de prácticas sostenibles de gestión y monitoreo.

En primer lugar, situémonos espacialmente y veamos cómo se encuentra distribuida en nuestro planeta. Cerca del 70% de la superficie terrestre está cubierta por agua. Sin embargo, alrededor del 97,5% corresponde a agua salada en océanos y mares, mientras que solo el 2,5% restante es agua dulce. De esta pequeña fracción, el 99,7% se encuentra en glaciares, casquetes polares y acuíferos y, tan solo el 0,3% se localiza en ríos y lagos (Banco Mundial, 2013).

Mirando estas estadísticas, podemos ver que la proporción de agua presente en fuentes de fácil acceso para consumo y uso directo como ríos y lagos es muy pequeño. La gran mayoría se encuentra en océanos y mares o, como agua dulce, pero se requiere tecnología y procesos de extracción sofisticados para su uso posterior.

Ahora bien, ¿en dónde radica la importancia del agua? Si bien podrá tener una fórmula química sencilla y ampliamente conocida, su papel en los ecosistemas, la salud humana y el desarrollo productivo y económico es vital.

Todos los seres vivos necesitamos esta sustancia para vivir, ya sea simplemente para hidratarnos o para cumplir con funciones metabólicas complejas. Sin ir muy lejos, es el principal componente del cuerpo humano y representa aproximadamente del 50% al 70% del peso corporal. A su vez, de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), son necesarios 50 litros de agua por persona al día para cubrir las necesidades higiénicas básicas y la higiene alimentaria básica.

Por otro lado, podemos ver la importancia del agua desde un punto de vista ecosistémico. En este sentido, permite el desarrollo y mantenimiento de la biodiversidad, actúa como un regulador del clima global y, a través del tan mencionado ciclo del agua, el suministro de agua está en constante movimiento, de un sitio a otro y de una forma a otra (sólida, líquida, gaseosa).

Por último, en el ámbito productivo también cumple un rol clave. De todas las extracciones de agua dulce, el 70% se utiliza en la agricultura, el 20% en las industrias y el 10% en municipios para uso doméstico (ONU, 2024). Entre las actividades específicas que utilizan agua podemos mencionar: el riego de cultivos, la hidratación del ganado, la generación de energía hidroeléctrica y la refrigeración de procesos industriales. Es decir, la presencia de esta sustancia nos atraviesa en muchos aspectos.

No obstante, a pesar de su abundancia, usos y aplicaciones diversas, sigue siendo un bien escaso. Para el año 2022, según la Organización de las Naciones Unidas (ONU), 2.200 millones de personas continuaban sin agua potable gestionada de manera segura, entre los cuales 703 millones ni siquiera contaban con un servicio básico de agua. Asimismo, 3.500 millones de personas carecían de saneamiento gestionado de manera segura, de los cuales 1.500 millones no disponían de servicios básicos de saneamiento. Respecto a este último punto, el 42% de las aguas residuales domésticas no son tratadas adecuadamente. En este marco, se presentan graves problemas de salud pública. Además, la sobreexplotación de fuentes hídricas, la contaminación y el cambio climático amenazan la disponibilidad de este recurso en muchas regiones. 

Para enfrentar estos desafíos, es fundamental promover políticas de gestión sostenible a diferentes escalas, fomentar su uso responsable a nivel doméstico e implementar tecnologías para su reutilización y saneamiento.

El cuidado del agua no debe reducirse a una cuestión meramente ambiental, es clave para garantizar el bienestar y el próspero desarrollo de las futuras generaciones.

Iván Prado – Referente I+D+i de Borrart